Tal día como hoy pero de 1642 murió Galileo Galilei. Comenzó sus estudios en medicina, estudios que no logró concluir y acabó por cursar matemáticas, aunque se interesó la física, la astronomía, la ingeniería y también por las artes.
Su legado a la ciencia supuso un antes y un después, de hecho se le considera el padre de la ciencia moderna. El matemático introdujo el método científico que establece que para establecer nuevos conocimientos hay que emplear la observación, experimentación y establecimiento de hipótesis. Rompió así con la idea de que todo el conocimiento se obtenía por medio de la reflexión.
Tanto apostaba por la experimentación que, según cuenta la leyenda, Galilei se subió a la torre de Pisa para demostrar que la aceleración de la gravedad no dependía de la masa del cuerpo que caía. De ahí que una pluma y una bola de hierro deberían tocar el suelo a la vez tras ser lanzados de la misma altura.
Esta incredulidad que genera tal afirmación también ocurría en tiempos del astrónomo, que cogió dos bolas de distinto peso y desde lo alto de la torre las soltó a su suerte. Ambas se supone que colisionaron contra el pavimento de manera simultánea.
Leyenda o no, sentó las bases de una nueva física y rompió con la física aristotélica del momento, defensora de la diferente aceleración en función de la masa del objeto.
También por estas fechas pero en 1610, Galileo observó los tres primeros satélites de Júpiter y los más grandes: los satélites galileanos. En un principio pensó que eran estrellas, pero llegó a la conclusión de que en realidad eran satélites naturales del planeta.
El astrónomo los nombró como Júpiter I, II, III y IV según su cercanía al planeta. En la actualidad se conocen como Ío, Europa, Gamínedes y Calisto. Sería el principio de la teoría heliocéntrica de Galilei todo ello gracias a la invención del telescopio con el que también observó otros eventos como las manchas solares.También sería el encargado de nombrar a las auroras boreales.
Sus observaciones fueron claves para demostrar que el Sol ocupa el centro del Sistema Solar y no la Tierra, como se creía hasta entonces. Así pues, los conocimientos de Galilei le llevaron a defender el heliocentrismo de Copérnico y a enfrentarse a Aristóteles.
A la Iglesia no le hizo gracia esa idea, pues iba en contra de la concepción de que el ser humano y por tanto la Tierra son el centro del universo, y fue condenado por herejía. Uno de los detonantes del largo proceso recayó en la carta que escribió el astrónomo en 1613 al matemático Benedetto Castelli en la que ponía en duda ciertos pasajes de la Biblia considerando que no se debían interpretar literalmente.
Aunque Galileo acusó al Vaticano de haber manipulado las palabras de aquella misiva a Castelli, el 22 de junio de 1633 la Inquisición le obligó a confesar en público lo erróneo de sus ideas . Si bien aceptó y se libró de la muerte, se dice que al marchar susurró por lo bajo: “Eppur si muove” (”y, sin embargo, se mueve”).
A pesar de abjurar, entró en la cárcel y acabó por pasar sus últimos días bajo arresto domiciliario hasta su muerte en 1642. Tuvieron que pasar más de 350 años tras su muerte para que en 1992 el papa Juan Pablo II rehabilitara a Galileo y pidiera perdón por la condena de la Inquisición.